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viernes, 23 de marzo de 2012

La competencia informacional y nuestras bibliotecas

20120322-100927.jpgOs dejo aquí una entrada del blog del compañero Juan M. Cabrera y os recomiendo seguir su blog "Bibliotecas escolares"y su perfil en Twitter
Tras pedirle permiso os copio aquí su última entrada, creo que es muy ilustradora del "discurso que os pretendo vender", en ella nos comenta lo siguiente:

"Hoy propongo la lectura del siguiente trabajo de Félix Benito Morales Más que palabras: las bibliotecas motor de transformación social. Se trata de un acercamiento al concepto de alfabetización informacional y el papel que la biblioteca escolar puede desempeñar.
Cuando comenzamos en la biblioteca escolar de nuestro centro suele preocuparnos mucho la digitalización de los fondos y la elaboración de un OPAC (nuestro catálogo de fondos). Este primer paso va acompañado de procesos como el expurgo y el acondicionamiento de los espacios y nos acaba llevando por la senda del fomento de la lectura y de la formación de usuarios.
Una vez que el equipo se pone en marcha, se organiza el servicio de préstamos y se comienzan a generar actividades nos surge en algún momento un término que acabará por cambiar nuestra visión de la biblioteca y del papel que nosotros podemos jugar en ella: se trata de ALFIN.
Debemos señalar que esos primeros pasos son fundamentales para toda la labor a desarrollar posteriormente: una biblioteca debe estar “normalizada”, necesitamos tener unos fondos útiles y actualizados, un espacio agradable y cómodo y son imprescindibles las labores de fomento de lectura y las actividades como creación de periódicos, blog, club de lectores, etc.
Pero si nos limitamos a esos primeros pasos sólo estamos aspirando a ser una biblioteca, sin más porque no aprovechamos el concepto de escolar. La biblioteca escolar tiene sentido cuando se convierte en verdadero recurso educativo y el motor de la actividad docente: esa es la gran diferencia con cualquier otra biblioteca municipal, regional o universitaria.
Para entender qué supone este paso debemos comenzar por redefinir nuestra labor docente desde la perspectiva de un trabajo en competencias que sitúe a nuestros alumnos como profesionales del siglo XXI.
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Vivimos en una sociedad que tiene a su alcance una gran variedad de contenidos y los alumnos ya no necesitan memorizar datos a los que pueden acceder al instante desde cualquiera de los dispositivos con los que cuentan. Es en estas circunstancias en las que aparece la necesidad de aprender a usar esa información para resolver nuestros problemas de todo tipo y para no perdernos cuando los árboles no nos dejan ver el bosque. Trabajar las competencias supone el hacer ciudadanos capaces de afrontar los conflictos que se le presentan y ser capaces de elaborar estrategias para resolverlos.
El aprendizaje de hoy en día debemos entenderlo como un proceso de renovación constante que debe adaptarse día a día a nuevos recursos cada vez más potentes sobre procesamiento de información. Una de las labores primordiales de nuestro trabajo es la de que los alumnos valoren el proceso de aprendizaje en sí mismo como fuente de conocimiento permanente que les permita resolver mejor los problemas a los que deberán enfrentarse en la vida: es el aprender a aprender y el valorar ese aprendizaje en sí mismo.
La alfabetización informacional parte de dos competencias básicas: la competencia digital y la de aprender a aprender. Ambas deben ir acompañadas de un trabajo en valores que dé sentido a este proceso.
La competencia informacional proporciona a nuestros alumnos la capacidad para buscar, seleccionar, manejar, procesar y utilizar la información en todas sus facetas. Es frecuente que se trabaje la competencia digital pero debemos tener claro que esta competencia es sólo una parte de todo el proceso. Los alumnos deben aprender a manejar todos los recursos digitales que tienen a su alcance pero la labor del docente y, sobre todo, de la biblioteca escolar, debe ser la de enseñar a manejar todo tipo de información en cualquiera de los soportes en los que la podemos encontrar: digital, papel, sonoro, imagen, etc.
Siempre me ha parecido interesante resaltar que los recursos TIC son instrumentos que están a nuestra disposición para simplificarnos nuestro trabajo y no pueden ser un fin en sí mismos. Es frecuente encontrar docentes que los utilizan como sustitutos de las técnicas tradicionales sin aprovechar todo lo que pueden aportar de autoaprendizaje o aprendizaje colaborativo. En realidad cuando usamos un cañón proyectando una película en clase o cuando usamos una pizarra digital en lugar de la tiza no hemos cambiado el modo en que nuestros alumnos aprenden. Tan negativo puede llegar a ser esto como el renunciar a un sistema de aprendizaje tradicional por “la moda digital”.
Son los docentes los que deben seleccionar en cada momento qué recursos y qué sistemas usar para enseñar a los alumnos según sus conocimientos y su propia experiencia sin renunciar a ninguno a priori y aprovechando lo que cada sistema tiene. Para ello es muy importante valorar el papel de la evaluación como algo activo que nos aporta información sobre el qué y el cómo de todo el proceso de aprendizaje. Será algo fundamental crear instrumentos que nos permitan valorar tanto el grado de asimilación de contenidos como la utilidad del propio sistema empleado. Sólo así el alumno podrá valorar su aprendizaje como proceso creativo, activo y participativo.
Para poder llevar a cabo esa transformación es para lo que debemos preparar nuestra biblioteca escolar. Ese es el papel principal que debe tener hoy en día en los centros educativos: centro y motor de toda la actividad docente y recurso puesto a disposición de toda la comunidad educativa como lugar físico o digital en el que hay un fácil acceso a la información y, sobre todo, existen instrumentos que permiten usarla para aplicarla en aquello que necesitamos.
La construcción del aprendizaje debe partir del propio alumno cuando es consciente de su importancia. El centro educativo le ofrece un entorno de colaboración entre iguales que no podemos desperdiciar y que hoy en día es muy fácil potenciar con herramientas como las redes sociales. La biblioteca escolar es el soporte físico de todo ese proceso y supone el espacio en el que están disponibles los recursos y el modo en que mejor podemos usarlos en nuestra práctica cotidiana.
Sólo cuando hemos convertido la biblioteca en el centro neurálgico de la actividad docente de nuestro centro es cuando tienen realmente sentido práctico cuestiones como la formación de usuarios, el fomento de la lectura o la realización de actividades tan diversas como un club de lectores o la creación de un periódico digital. Esa es la verdadera diferencia con cualquier otro modelo de biblioteca a la que los alumnos puedan tener acceso.

Las administraciones deberían hacer una verdadera apuesta por este modelo de biblioteca dando formación a los profesionales y medios económicos suficientes para llevar adelante proyectos de trabajo desde esta perspectiva. Es el futuro de nuestros jóvenes lo que está en juego y no podemos seguir educando con medios del siglo XIX a profesionales del XXI."
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